Cuando Hobbes habló de que la naturaleza del hombre era un estado de competencia feroz, no lo hacía como metáfora, de hecho creía que literalmente actuábamos como lobos. Por eso sugirió los métodos para limitar el daño que podríamos hacernos nosotros mismos. Su obra cumbre «Leviatán o La materia, forma y poder de una nueva república, eclesiástica y civil» la dedicó precisamente a reformular como podría ser gobernada una sociedad sin destruirse a sí misma.
Hoy, a 363 años de su publicación, y tras ser obra de referencia para todo el que se ha interesado en la política, todavía seguimos cometiendo los mismos errores, esos erorres que Hobbes identificó y que por muy irónico que parezca, recomendaba evitar a través de un poder fuerte, ejercido por un soberano sin estar sujeto a las normas de los hombres. Hobbes es de hecho el teórico que entroniza al soberano en una categoría de semidiós, pero que aún asi debe respetar ciertos principios básicos.
3 siglos de historia no parecen habernos enseñado mucho.